En un artículo publicado en 1915, un periodista escribe: «Sufrí mucho por el hecho de que, por lo demás, sólo existiera el ruido». Un ruido que hace pasar desapercibida la información, donde las palabras que apuntan a lo relevante se pierden ante las voces que claman por una verdad que a nadie importa si no responde a los propios intereses, una palabra que se ha liberado de lo colectivo aunque se reviste de universalidad.
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