El 17 de diciembre de 1942 llegaban al campo Friedl Dicker Brandeis, artista y profesora checa de origen austriaco, y su marido Pavel Brandeis. Simplemente abriendo la maleta de Friedl, habría sido suficiente para comprobar que aquella mujer era especial. Ella había ocupado buena parte de su equipaje en útiles necesarios para pintar y, sobre todo, para seguir enseñando a los niños, al igual que hacía en Praga con los hijos de los refugiados huidos de Alemania.
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