Varios monumentos en Estonia celebran el heroísmo de quienes liberaron el país de los nazis en 1944. Hoy no gustan a las autoridades y parte de la población, y son vandalizados o retirados a algún lugar menos visible. ¿La razón? Por lo visto, aquellos soldados cometieron el grave delito de ser ciudadanos soviéticos. Pero su empeño de borrar la memoria histórica, además de mezquino, es ingenuo: siempre habrá quien la transmita de generación en generación, y a esa no le afectan los mazazos.
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