Por algo a Irlanda la llaman la Isla Esmeralda. Y es que sus verdes praderas, las olas del mar que rompen contra los abruptos acantilados, la vida que desprende su capital Dublín, sus refrescantes pintas de cerveza, los cottage que invitan al más relajante retiro hedonista, las playas casi desérticas o su fresca gastronomía, son solo algunas de las virtudes de las que puede presumir Irlanda, una isla que promete enamorarte y (¡cuidado!) no dejarte escapar a partir del primer momento que la visitas.
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