En la primavera de 1934, el joven Arnold Samuelson viajó a Florida para conocer a su ídolo, Ernest Hemingway, porque quería ser escritor y pedirle consejos al mejor que él conocía. Arnold, el hijo de inmigrantes noruegos y agricultores de trigo, acababa de completar sus estudios de periodismo en la Universidad de Minnesota, pero se negó a pagar la tarifa de cinco dólares por su diploma convencido de que su educación estaría mejor complementada si fuera aprendiz de Hemingway, aunque fuera solo por un corto rato.
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