Wladimir Dragossán comenzó a beber sangre y darse a conocer como vampiro hace más de 20 años. Hoy es un cristiano librepensador que cultiva la pintura y el coleccionismo de nenúfares. Hay dos grandes momentos míticos en mi infancia como televidente: 1) La teta de Sabrina en el especial de Nochevieja y 2) El vampiro de Pontevedra en la TVG. Y no en ese orden, precisamente. Para un niño de nueve años, que saliera un vampiro real en la tele era un auténtico shock.
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