Entre los años 1647 y 1651, uno de los pintores más destacados del Siglo de Oro español daba sus últimas pinceladas sobre el lienzo. De esta forma, Diego Velázquez daba por finalizada la obra que comúnmente conocemos como La Venus del espejo. La diosa romana de la fertilidad, el amor y la belleza descansa dándonos la espalda sobre una cama, totalmente despreocupada mientras su hijo, Cupido, sostiene un espejo en el cual se refleja el rostro de su madre. Lo que la humanizada diosa no supo, a pesar de su condición divina, es que sería apuñalada.
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