Cultura y divulgación
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Domingos por la tarde - María Piñeiro

Según he podido saber hay algo peor que un domingo por la tarde escolar. Tengo un recuerdo tan nítido de los domingos por la tarde de mi infancia, esa desazón, la desesperanza por la proximidad del lunes, especialmente evidente a las cuatro, a las cinco, a las seis. Llegadas las siete, las ocho, sentía un extraño alivio, el de la certeza, la renuncia por la creciente cercanía del día siguiente. Ya no había nada que hacer.

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