Aunque el audiovisual global observa los ideales ecologistas con más amabilidad que los sindicales, los ambientalistas también han sido los malos de la película. El ecologista demente, malvado o catastróficamente irresponsable, ha abundado en las narrativas pop. Menos habitual ha sido hallar ficciones que reflexionen sobre el activismo y el recurso a la violencia. Junto con 28 días después, otra de las ficciones más memorables sobre destrozos voluntarios o involuntarios en nombre del animalismo es Doce monos.
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