Voy a comenzar proponiéndoles un pequeño juego: cierren los ojos. ¿Ya? Vale, ahora vuélvanlos a abrir porque si no lo hacen se van a perder el resto del artículo. Bien, usen la mente y viajen a un lugar tranquilo y sereno; quizá es un saloncito con un cómodo sillón en una tarde de otoño, tal vez un prado apacible a la sombra de un árbol. Es un día manso y plácido, y ustedes lo están viviendo de manera plácida y mansa.
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