Miguel de Unamuno, en su conocido ensayo titulado Soledad (1905), llegó a diferenciar dos tipos de soledades: la soledad impuesta y la deseada. La impuesta es aquella que no proviene de una acción que ejercemos libremente, sino que aparece en sentido opuesto a nuestra propia voluntad. Mientras tanto, la soledad deseada es aquella que buscamos con la finalidad de intentar aclarar nuestras ideas o incertidumbres, generándose una sensación de bienestar en el momento de practicarla.
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