Cultura y divulgación
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El arte de creerse el puto amo

Muchos compositores clásicos se creían ungidos por la mano del dios del pentagrama y se veían a sí mismos como transcriptores de una partitura celestial. Algunos llegaron a ser verdaderas estrellas y alternaban con la realeza, aunque eso no los achantaba, sino al contrario: «Príncipe, lo que usted es, lo es por accidente de nacimiento; lo que yo soy, lo soy por mí mismo. Hay y habrá miles de príncipes, pero solo hay un Beethoven», le dijo el ilustre sordo a Karl von Lichnowsky, su primer mecenas, cuando le retiró el estipendio.

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