Las ciudades de Canaán carecían de fortificaciones y no había murallas que pudieran derrumbarse. En el caso de Jericó, no existían huellas de ningún tipo de poblamiento en el siglo XIII a. de C., y el asentamiento del Bronce Reciente, del siglo XIV a. de C., era pequeño y pobre, casi insignificante, y además, no había sido fortificado. No había tampoco señales de destrucción. Así, la famosa escena de las fuerzas israelitas marchando con el Arca de la Alianza en torno a la ciudad amurallada y provocando el derrumbamiento de los poderosos muros de Jericó al son de las trompetas de guerra era, por decirlo sencillamente, un espejismo romántico.
La Biblia desenterrada, Israel Finkelstein, Neil Asher Silberman