A usted, amigo Méndez, le pasa lo que a monsieur Jourdain, el personaje de Moliére –ya ve usted que también yo soy herudito– y es que escribía en prosa sin saberlo. (...)
Ya sabrá usted, claro está, que en alemán, lengua misteriosa, en que el sol es femenino, la luna masculino, y la señorita neutro –¡figúrese usted, la Sol, el Luna y lo señorita! ¡Y luego dirán de nosotros los vizcaínos!. Ya sabrá usted que en alemán todos los nombres sustantivos se escriben con mayúscula. Esto se debe a que en Alemania todas las sustancias son mayúsculas, o si usted quiere, todos los nombres son propios. Porque el pueblo alemán es un pueblo esencialmente filosófico. Además, apenas si usan la c, que es una letra latina, y por lo tanto, superficial, inconstante, y nada filosófica. Y he aquí por qué en mi tierra escriben también Baskonia, Biskaia, Euskera, etc., etcétera. La k da autoridad e importancia a un escrito. Si el kilo no pesara lo que pesa, lo escribiríamos con q, o acaso por escribirlo con k pesa lo que posa. El quilo con q, es el que se suda, y no el que se pesa.
(...) cuando yo escribo Kultura con k mayúscula, quiero decir, cultura a la alemana; y cuando la escribo con una modesta c minúscula, es una culturilla latina, superficial, inconstante, como la que por acá nos permitimos. La diferencia es poco más o menos la que va de Cant a Kant. Pues cant, con c minúscula, es una palabra inglesa que significa, primeramente, el tono gangoso de los puritanos sermoneadores, y luego la hipocresía puritana. Y Kant... ya habrá llegado a sus oídos quién es Kant, a quien acaba de inventársele en España. Kant, con K mayúscula, es el cant mayúsculo y germanizado.
Y, ¿en qué consiste la Kultura y en qué se diferencia de la cultura? –me preguntará usted–. La Kultura se basa en la definición; esto es, es definitiva, y es idealista. Sobre todo idealista. ¡Oh, el idealismo!... Estoy leyendo un libro divertidísimo, casi tan divertido como los artículos de usted, que es de un judío saduceo alemán, y se titula Lógica del conocimiento puro; del puro, ¿eh?, no sirve confundir; del puro. Y este libro amenísimo termina por el Concepto del Hombre. Y luego, ante este Concepto del Hombre, se nos coge a todos los hombres con la minúscula, como usted y como yo, y se nos degüella. Porque lo interesante, amigo Méndez, no es usted, el que yo conocí en Espinho, sino es la idea de usted, usted como concepto –¡Oh, el concepto de Félix Méndez, del puro Félix Méndez!... Pues esto es Kultura... Y, sobre todo, la definición. Hay que definirlo todo. Dos ejemplos lo aclararán.
1.º ¿Qué es joven, y qué es viejo? Pues bien; teniendo en cuenta que el 29 de Septiembre de este año haré mis 49, es joven todo el que para entonces tenga menos de cuarenta y nueve años, y viejo el que tenga más. Y cuando dentro de once años cumpla yo sesenta, serán jóvenes los que tengan menos de sesenta, y viejos los que pasen de esa edad. ¿No está bien claro?
2.º ¿Qué diferencia va de opinión a conocimiento? Pues bien; los conocimientos en usted no son más que opiniones, y en mí, hasta las opiniones son conocimientos. Conocimiento es lo que pienso yo; opinión es lo que piensa usted. Y esto porque yo estoy en el secreto de las cosas, y usted no; yo me entero y usted no se entera. Como que el mundo, no sé si lo sabía usted, empezó conmigo, y yo he traído, no ya las gallinas, sino los huevos, que son, dígase lo que se quiera, antes que las gallinas.
Y todo esto es Kultura. Siga usted, amigo Méndez, siga haciendo experimentos sobre la ingenuidad pública, y es posible que de aquí a cien años, cuando se historie el Renacimiento español que empieza ahora, con nosotros, –en especial con usted y conmigo– reconozcan que es usted uno de los más activos obreros de este maravilloso resurgimiento a que estamos asistiendo, de esta transformación de nuestra vieja y caduca cultura con c minúscula en una juvenil y rozagante Kultura con K mayúscula. Y dentro de poco, no lo dude usted, nuestro Sol, este Sol que era nuestro consuelo y que tantas brumas nos disipaba, se afeminará, se convertirá en la Sol; la Luna se nos virilizará en cambio; será el Luna, que suena a torero, y nuestras señoritas se harán neutras y usarán todas antiparras. Y entonces estaremos salvados. Gracias sobre todo a usted y a mí. Y ahora explíqueme la h de herudito.
(Miguel de Unamuno, carta a Felix Méndez, 1913)