Los humanos modernos se han mezclado con múltiples especies de homínidos arcaicos. Los papúes, en particular, deben hasta el 5% de su genoma a los denisovanos, cuyos restos solo se han identificado en Siberia y el Tíbet. Investigadores buscaron en los genomas de individuos papúes para ver si portaban secuencias de ADN denisovano. Pruebas realizadas posteriormente determinaron que las secuencias de adn denisovano regularon los genes cercanos, de una manera que podría afectar la forma en que las personas responden a las infecciones.