Para obtener imágenes de objetos débiles, como estrellas lejanas o exoplanetas, es fundamental captar hasta la última pizca de luz para sacar el máximo partido de una misión científica. Estas cámaras deben ser extremadamente silenciosas y capaces de detectar las cantidades más pequeñas de luz: fotones individuales. Las cámaras superconductoras destacan en ambos criterios, pero históricamente no se han aplicado de forma generalizada porque el tamaño de sus cámaras ha sido pequeño, rara vez superior a unos pocos miles de píxeles.
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