Donde encontramos que la conducta de los animales es bastante análoga a lo que esperaríamos de un hombre en las mismas circunstancias, y donde no hay motivos experimentales para distinguir entre ellas, los animales deben ser considerados inteligentes, al menos en cierto grado, como lo serían los humanos. Cualquier otra cosa, en opinión de Darwin, sería ilógica e injusta. La mejor prueba de los serio que se tomaba este argumento es que no lo abandonaba ni en el caso de los gusanos. La discusión de los capacidades mentales de los gusanos no es una chaladura de un hombre mayor, sino un ejemplo del rigor científico de la mente de Darwin.
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