Al exponernos al sol, la piel se oscurece como defensa natural. Este "ponerse moreno" ocurre gracias a la melanina, pigmento que ayuda a protegernos de los efectos dañinos de rayos ultravioleta (UV), evitando que alteren el ADN de nuestras células cutáneas. En las palmas de manos y pies, la epidermis es hasta 3 veces más gruesa que en otras partes del cuerpo; actúa como barrera, limitando la capacidad de rayos solares para alcanzar los melanocitos, y no producen tanta melanina como otras partes del cuerpo y su color se mantiene casi inalterada.
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