Una nueva carrera espacial está en marcha y no parece que se vaya a regir por las mismas reglas que la anterior, la que se dio entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Si en el siglo XX el prestigio internacional y el desarrollo científico eran las liebres tras las que corrían las superpotencias, esta vez el premio es más tangible: la minería espacial. Estados Unidos es consciente de esto y por eso se apresuró en presentar su propuesta para sentar las reglas del juego: los tratados Artemis (o Artemisa).
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