Salvo en el caso de los humanos, que precisan ayuda social, los mamíferos paren con bastante facilidad. El feto humano sigue para el parto una trayectoria curva para salir por delante de los isquiones, lo que le obliga a flexionarse y girar en la pelvis. Se pensó que el origen de estas dificultades era el extraordinario desarrollo cerebral humano: los bebés humanos representan el 6,1% del tamaño del cuerpo de la madre en comparación con los bebés chimpancé (3,3%) y los bebés gorilas (2,7%).
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