Cuando el humo del tabaco entra en nuestro organismo, las primeras células que lo reciben son las de la boca, la nariz y la garganta. Las sustancias carcinogénicas que contiene este humo se diluyen rápidamente en la saliva y los fluidos nasales. De este modo llegan prácticamente a todas las células del epitelio de la boca, la nariz y la garganta. Estas sustancias producen daño oxidativo, muerte celular y se introducen en el ADN provocando roturas y otros daños que, al ser reparados, dan lugar a mutaciones que pueden desencadenar cáncer.
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