Dicen que en primavera, en el estado de Washington -en la costa del pacifico-, los amaneceres llegan temprano y las nubes son lo suficientemente gruesas como para filtrar la luz a satisfacción de todos. Sin embargo, en la mañana del 18 de mayo de 1980, a las 5:30 am, amaneció un cielo extraordinariamente despejado (como aquella calma que precede la tormenta).
Este es el relato de una tragedia que nadie vio venir: lo que se llevó,y lo que nos enseño aquella erupción.
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Un plan maestro.