Siempre me sorprendieron ciertas escenas contadas por mis hijos en el colegio y en el instituto en las que algunos docentes hacen uso de su posición de autoridad y de una audiencia cautiva para su interés propio. Y no me refiero a algo que ocurra de forma esporádica, sino a docentes que de forma recurrente posicionan sus mensajes.
Profesores que cuelan la religión en el aula con cualquier excusa, por ejemplo. Profesores posicionando opciones u opiniones políticas. Y las peores son aquellas en las que junto con el temario, van entrelazando sus ideas particulares, sesgadas, como un bloque de información compacto.
Todas son claramente un abuso del alumnado como audiencia cautiva. En este caso es un colectivo además con cierta indefensión (menores), y por ser docente y adulto el abuso se comete desde una posición dominante y elevada.
Parece que algunos docentes confunden su espacio de enseñanza con la oportunidad para hablar de sus cosas, una especie de púlpito desde el que contar sus historias sin que nadie pueda evitarlo y sin que nadie les señale. Con el agravante de que al hacerlo con menores el grado de influencia es importante.
Las consecuencias de señalar y denunciar todos sabemos cuáles son. Utilices el canal que utilices sabes que el alumno va a pagar los daños.
Lo que me ha llamado recientemente la atención es que esto también pase en la universidad.
Os pongo un ejemplo real: Emilio Corchado y Startup-Olé.
Emilio Corchado es profesor en la Universidad de Salamanca. Familia directa del flamante rector de la Universidad denunciado por diversos chanchullos (las malas lenguas apuntan a una presunta corrupción sistémica).
Startup Ole es su aventura en la organización de eventos. Tengo una opinión muy clara sobre este evento, pero no es relevante para el asunto.
Bien, pues el uso que hace este docente del tiempo destinado a las clases a promocionar este evento es indecente.
No sólo invierte tiempo de docencia en este asunto día tras día, clase tras clase, sino que utiliza su posición para que los estudiantes se apunten como becarios o compren entradas para asistir al evento. Llegando a equiparar asistir al evento con asistir a clase.
Entiendo que mencionar el evento en un momento dado pueda tener cabida en un aula, pero cuando de forma sistemática se utiliza una audiencia cautiva (el alumnado) para autopromoción, contratación de becarios, compra de entradas etc. considero que se traspasa el límite.
No es ético, no es apropiado, no es decente usar el espacio reservado a la docencia para la autopromoción de negocios propios.
Lanzo pregunta a los meneantes: ¿Habéis pasado por experiencias similares?, ¿cómo lo habéis gestionado?