El entretenimiento audiovisual ha funcionado como un culpable ideal de la violencia en nuestras sociedades. No es casual que en la primera declaración de la autoridad, después del tiroteo ocurrido en enero en un colegio de México se señale la “influencia” de un videojuego como probable origen del crimen. Es mejor afirmar que un niño de once años asesina a su maestra, hiere a seis personas y luego se mata, buscando “recrear” un videojuego que entrar y enfrentar la enmarañada y difícil realidad en la que este niño ha vivido.
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