El 30 de enero de 2013, su expareja le acusó de haber violado a su hijo. También de haber abusado del perro ante los ojos del niño, que entonces tenía ocho años. El juez lo mandó a la cárcel. “Fueron tres años, dos meses y cuatro días”, repite. El pasado mayo, tras la repetición del proceso, fue declarado inocente y puesto en libertad. Pero quedaba la incertidumbre, la posibilidad de volver a sufrir la noche en vela entre rejas. Su mujer recurrió el fallo. Ahora, el Tribunal Supremo le ha dado la razón definitiva: es inocente.
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