Cuando a Jeison Rodríguez le duele la cabeza sabe que está creciendo. El menor de sus males puede ser desbordar los zapatos o tener que agachar más la cabeza para cruzar por una puerta porque su glándula pituitaria, la fábrica de la hormona del crecimiento, no para de trabajar. Conseguir el dinero para pagar cada dos meses una ampolla carísima —que cuesta unos 1.500 dólares— con la que controla el acrogigantismo, una enfermedad endocrinológica crónica de alto costo, es lo que realmente le preocupa todos los días.
|
etiquetas: acrogigantismo , enfermedad