A mediados de noviembre, un barco a la deriva impactó el puente de 13 kilómetros entre las ciudades brasileñas de Río de Janeiro y Niterói. El impacto obligó a detener el tráfico entre ambas urbes por horas y encendió las alertas sobre un problema que lleva años latente: el cementerio donde más de 300 barcos abandonados flotan, provocando daños ambientales y riesgos de navegación.
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