(...) Los últimos movimientos seguían siendo dramáticos, movilizando preocupaciones desde Europa, Estados Unidos e instituciones supraestatales como la ONU o el G7. Se habían sucedido meses de masacres como la de Axum y persecuciones contra los miembros del TPLF, retirados a las montañas después del desastre en Mekelle y perseguidos por toda la región, con las últimas entregas de combatientes del TPLF incluso desde Djibuti. UNICEF ya hablaba de un millón de desplazados, Médicos sin Fronteras de la imposibilidad de uso normal de los centros (..)
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