La mujer, que coloca las mascarillas en la estantería, dice que gana “muy poco” pero no especifica el precio por el que compra la mercancía. “Me da miedo decirlo porque no tenemos permiso para venderlos”, admite. “¡Así que shhh!”, ordena. Introduce los test en una bolsa de plástico y cuenta que hace unos minutos una mujer se ha llevado 60 pruebas: “Viene mucha gente que necesita test para su familia en Navidad porque en las farmacias son muy caros”.
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