Si de repente se me da por pintarme de negro, ponerme rastas, un cesto en la cabeza y varias docenas de pulseras y chapas colgadas del abrigo para defender a la población inmigrante subsahariana y posar de esa guisa en la portada de una revista, bajo estupendos focos y estilistas, lo mismo pensáis que me he excedido en mis reivindicaciones y ellos -los negros- que carezco de cualquier sentido del ridículo, sensibilidad y gracia. Si me rapo la cabeza, me dejo pelo en las axilas y me visto con ropa ancha para defender a las lesbianas, quizá ellas
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