Los cuentistas, distintos a los cuenta cuentos, quedan al descubierto solo cuando tropiezan con adultos informados. Aquellos saben que la farsa se alimenta de necios, irreflexivos, o con enormes lagunas culturales, amén de dogmáticos cuya guía es un crédito irracional. Semejante escenario provoca la indecorosa colisión entre propuestas educativas e intereses gubernativos.
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