En el año transcurrido desde el inicio de la guerra en Ucrania, las empresas occidentales, antaño dominantes, se han retirado del comercio, el transporte y el seguro del petróleo ruso. En su lugar, misteriosos recién llegados han empezado a ayudar a vender el crudo del país. No tienen su sede en Ginebra, sino en Hong Kong o Dubai. Muchos de ellos nunca habían comerciado con este producto. El sistema energético mundial está cada vez más disperso, dividido y peligroso.