España puede respirar tranquila. Alejandro Fernández entrará en prisión esta tarde. No, no me refiero al excepcional cantante de rancheras, sino al ese epígono granadino del latrocinio, el cerebro de una peligrosa banda de defraudadores que en 2010, a la tierna edad de 18 años, utilizó una tarjeta falsa para pagar unas bebidas por valor de 79 euros y 20 céntimos. Relacionada:
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