No estamos ante una nueva Guerra Fría, sino ante un pulso de poder clásico. No hay enfrentamiento ideológico, por más que a algunos dirigentes populistas, de Donald Trump a Marine Le Pen, les atraiga el estilo y la personalidad de Putin, o a éste le gusten esos políticos porque responden a los intereses de Rusia. Esta ya no es la URSS, ni tiene sus capacidades geográficas, militares, económicas ni demográficas, aunque las esté renovando. ¿Es Rusia verdaderamente una amenaza para Occidente?
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