Qué pena que nadie nos fusile al alba. Qué pena que ya no entren en nuestras casas armados y uniformados y, en nombre de la patria, destrocen, roben y avasallen todo lo que encuentren como al paso de Atila, qué pena. Qué pena que ya no podamos compartir prisión con cientos o miles de buenas personas como nosotros, defensores de la democracia o, simplemente, personas tranquilas sin ningún interés ni conocimiento del tema, qué pena.
|
etiquetas: extremoduro , franquismo , represión