El Ministerio de Defensa presume de que la IA es un motor de progreso mientras confía la construcción de una infraestructura para la ciberguerra a una empresa que proporcionaba tecnología de contrainsurgencia al ejército estadounidense en Irak, y ahora al israelí para el apartheid en Palestina. ¿Dónde queda la ética de la tecnología algorítmica en un contexto de neoliberalismo bélico?
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