No me quedan ganas de ser cínica. Ni de disimular el enfado y la pena con sarcasmo. Ni de poner tuits mordaces sobre las maneras erróneas de las que he visto a gente hablar del tema. Ni de escribir un hilo que aclare asuntos importantes sobre cómo lidiar con el asesinato de cincuenta personas por pertenecer a un grupo al que pertenezco yo y una buena porción de la gente que más aprecio.
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