Resulta fácil buscar enemigos cuando la crisis golpea con saña las condiciones de vida de las clases populares y cuando el Estado es débil en su obligación de servir a la mayoría social. El discurso de señalar “al de fuera” funciona, sobre todo, para que los de abajo se peleen entre ellos. Que no nos engañen más: los conflictos identitarios esconden una lucha fratricida entre capitalistas por hacerse con una mayor parte de unos beneficios que se tornan escasos y a unos políticos mayoritariamente corruptos que pretenden tapar sus miserias.
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