Son demasiados años mendigando trabajo y qué humillación hay peor que esa. Protestar para que nos dejen jugarnos la vida en un espacio hostil durante la mayor (y, en teoría, mejor) parte de nuestra vida a cambio de un sueldo que siempre es ridículo en comparación al sacrificio del que lo recibe y al beneficio que obtiene a quien se le mendiga. Las empresas se seguirán yendo a pesar de haber recibido ingentes cantidades de dinero público para no hacerlo. A pesar de haberse beneficiado de a saber cuántas normativas a la medida.
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