El hermano Andreu se ganó la confianza del adolescente retraído que era entonces Miguel Hurtado. Lo hizo escuchando sus problemas; los familiares por la complicada relación de sus padres, los escolares, y también los personales, porque en ese momento el joven lidiaba con el reconocimiento de su homosexualidad. Una vulnerabilidad que aprovechó el monje para ir acercándose poco a poco hasta meterse en su cama cuando éste pasaba las noches en el grupo de scouts de Montserrat.
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