Hasta hace unas pocas semanas, Alexis Tsipras era un loco peligroso que ponía en riesgo a la Unión Europea y había condenado a su pueblo a la ruina perpetua. La derecha incluso lo había convertido en un espantajo para agitar y hacer cundir el miedo ante cualquier intento interno de disidencia contra la doctrina oficial, del dictat alemán. Hoy, sin embargo, medios y políticos conservadores alaban sin tapujos la moderación del ex primer ministro griego y, posiblemente, en breve, ya sea considerado un estadista de talla internacional.
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