Dos años de gestiones, nombres en clave y anécdotas como la que vivieron dos agentes cuando se hicieron pasar por comensales anónimos en el establecimiento. El precio prohibitivo de la carta les llevó a pedir un agua, una Coca-Cola y una ensalada, algo poco habitual para la clientela de un local acostumbrado a acumular coches de alta gama en el aparcamiento. “Ustedes son policías, ¿verdad?”, les recibió atento el camarero. Así fue la llamada operación Tiberiades.
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