El amplio poder del que dispone el presidente francés, con una mayoría amplísima en la Asamblea Nacional, se sustenta en unos cimientos frágiles. Solo logró el 24% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales. Un porcentaje bajo en comparación con el de sus predecesores. Esta fragilidad electoral es una de las razones principales de la caída de su popularidad. Ha retrocedido 17 puntos en los estudios de opinión desde principios de año. Esto representa una aceptación inferior a la de Hollande (32%) en el mismo momento de mandato.
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