Algo falla aquí, y no es el imberbe en su rebeldía o excesiva confianza. O el rebote del señor presidente obedece a un mecanismo de compensación psicológica al saberse dócil y sumiso operario a las órdenes de don mercado (poderoso caballero), y por ello mismo presidente de opereta, o ciertamente las alturas del poder enturbian no solo la inteligencia emocional sino una mínima comprensión del prójimo de a pie en su fase adolescente.
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