"Pensaba que los proxenetas eran colombianos, nigerianos o rumanos, nunca imaginé que una veintena de hombres españoles analfabetos captaban a las mujeres en sus países de origen para que trabajasen en los clubes. Son listos, son malos, son avispados y no saben leer". A principios de los 90 las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla llenaron de optimismo y ganas de juerga las calles de España, pero los prostíbulos estaban vacíos. Los macarras o 'maridos' de las antiguas trabajadora sexuales tuvieron que 'reciclarse'.
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