Vivimos en el imperio de la pereza intelectual, donde la mediocridad es el estándar ante el que todos debemos inclinarnos. El sistema, tal como enuncia el principio de Peter, está pensado para que sean las medianías quienes acaparen el poder. Eso tiene la ventaja de apartar a los incompetentes; también el inconveniente de marginar a los genios. Por eso, en las escuelas le esperará la misma suerte (el despido) tanto al profesor que no enseña como al que enseña demasiado.
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