Primero en una pequeña herboristería de Vigo y después desde las Murallas de Jerusalén, Rosendo fue forjando una comunidad que llegó a alcanzar los 400 fieles, a los que manipulaba con sus artimañas. Ajeno a la auténtica finalidad de la autodenominada Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, el obispado de Tui-Vigo la autorizó como asociación privada de fieles y después la promovió a asociación pública de derecho diocesano.
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