Apenas queda algo de la vieja Kashgar de hace 2.000 años, un oasis en el desierto de Taklamakan, punto clave en la 1ª ruta de la seda. Grandes bloques de pisos y amplias avenidas casi han borrado la antigua trama urbana de calles estrechas y casas de adobe. Las fachadas del barrio histórico resisten como reclamo turístico. Las cámaras de la policía rastrean el espacio público. Pueden reconocer las caras, seguir a las personas. No hay adónde ir sin que lo vean. La sospecha es colectiva y opresiva. Hay más de 700.000 ciudadanos bajo control.
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