En 1959, Eric Ambler, novelista y escritor de guiones, recibió un telegrama con una singular oferta de trabajo. El remitente —otro novelista, Ian Fleming— acababa de publicar la séptima entrega de las aventuras del que ya era el espía literario favorito del público: James Bond. Le proponía hacerse cargo del guion para el debut cinematográfico del personaje, proyecto que ya estaba en las fases preliminares. Pero ¿por qué Ian Fleming se lo ofrecía precisamente a él? Bien, la explicación se llamaba Alfred Hitchcock.
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