Había un sector del Gobierno que ya no soportaba ver al exbanquero dando lecciones de democracia. “Si queríamos saber lo que don Mario iba a canturrear por la noche contra el Gobierno en su tertulia preferida, no teníamos más que dejarnos caer por los bares que frecuentaba al caer la tarde en el barrio Salamanca y escucharle hablar por su móvil. Era tal el odio que profesaba hacia el PP y algunos ministros que parecía un poseso. Algunos camareros que le conocían de años comentaban entre ellos: 'qué pena del señor Conde…'”.
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